Corría el año 1978 y una tarde primaveral, nos dirigíamos con el amigo Carlos hacia el Teatro Astral. El Flaco Spinetta presentaba su ciclo “Los Espacios Amados” y por supuesto que nos nos íbamos a quedar afuera. Nos acompañaba otro querido amigo, Sergio Alejandro Platini (Foto) que no era heavy, ni mucho menos, como alguien podría suponer por la indumentaria de la pic.
Sergio era más normal que un mocasín, menos rockero que Ricardo Montaner y más convencional que un Big Mac, pero era nuestro amigo y a los amigos se los quiere como son.
La cosa es que en plena fila para sacar las entradas, comenzamos a entablar conversación (curtimos un papo) con un típico trío de rockeritas de la época: Vestiditos de bambula, pulseras artesanales, pelos largos y despeinados, poco o nada de maquillaje y el perfume que fue un “must” por varios años, primeros de la mano de los Neo-Hippies y después de los Stones: El patchouli.
Era ese mismo perfume que utilizaban las prostitutas francesas a principios del siglo XX para que sus clientes las distinguieran y también el que según un famoso mito de los 70’s utilizaban los drogadictos para tapar el olor de la marihuana.
La cosa es que lejos de participar de la charla, el “Gordo” Platini se aburría como una puta ostra. Y quizás tomando revancha por alguna de esas partidas de Teg que no le dejábamos terminar revoleando el tablero con todas las fichas cuando estaba por atacar el último país, o de las “gastadas” que se comía por sus gustos musicales (algunos los terminamos reivindicando con el tiempo), irrumpió la escena, que ya se estaba tornando amistosa, pegando un lapidario grito con su fastidiosa vocecita un par de tonos por encima de lo normal: QUE OLOR A PATCHOULI!!!
Se pudrió todo! Las chicas se pusieron serias y nos miraron con cara de orto. Nosotros pusimos cara de: Y bueh… Que va ‘cer? Es amigo nuestro… Hicimos mutis por el foro y desaparecimos de la escena con las entradas en la mano, pero con una desilusión en el corazón (Y con lo que costaba "armar un full" en esa época!).