En busca de Indias

Todos sabemos que el valiente navegante genovés descubrió América por casualidad. Que América pertenecía a sus habitantes naturales (aborígenes), que según el “Negro” Fontova: “Antes de los españoles éramos civilizados” y que Colón le habría “cagado” el premio de 10.000 maravedis a Rodrigo de Triana, quien supuestamente fue el que gritó: Tierra a la vista! Traigan el Blem y una gamuza!!!.
También sabemos que Colón desembarcó en la isla Guanahani (Bahamas) sin saber que muy cerca de ahí, en “Puelto Lico”, siglos después, se engendraría (en el sentido literal de la palabra) e impondría a nivel mundial, uno de los peores castigos para el oído humano: El Reggaeton!
En fin, toda una sarta de boludeces que hemos aprendido a lo largo de los años y que no sirven para otra cosa que para postearlas en un blog como éste, dándonos cierto aire de “creativos” (Válgame Dios!).
La cosa es que Colón, como buen inmigrante o hijo de inmigrantes, andaba detrás de las Indias. Como cualquiera de nosotros a esa edad, que una vez que salíamos del boliche en el que no había pasado absolutamente nada (Ej: Saint Thomas, Bwana, Starlight), nos íbamos a recorrer el circuito de bailantas del barrio de Once a ver si pescábamos un tajito que nos alegrara la madrugada. No hace falta aclarar que las gestiones eran inútiles. A lo sumo zafábamos un teléfono (falso por lo general) en el mejor de los casos, o nos comíamos unas cuantas puteadas (hasta en guaraní) la mayor parte de las veces.
Quizás por todo esto, un Cristóbal Colón deprimido y apesadumbrado, el 19 de mayo de 1506, justo un día antes de su muerte y mientras redactaba su testamento, acuñó una de sus más sentidas frases cuando le dijo a Dº Pedro de Inoxedo aquello de: “Las desilusiones pertenecen al Mundo Real, porque en el Mundo Virtual, la vida es color de Indias”.