Hace unos días atrás, los argentinos festejamos 25 años de democracia ininterrumpidos. Algo que resultaría común y corriente en cualquier país civilizado, pero que en latinoamérica y gracias a las eternas intenciones golpistas de los militares y los intolerantes de turno, amerita un festejo.
Esta democracia es incipiente. Un cuarto de siglo no es nada, y queda mucho por hacer. Y por aprender. Sobre todo aprender de los errores, para no volver a cometerlos.
Raúl Alfonsin, pese a ser radical, no me caía mal. De hecho y a la vista de todos, (por carisma, presencia y caudillismo) se veía más peronista que Italo Luder.
Pero los radicales son peligrosos. Se llenan la boca hablando de los principios de la democracia, pero son muy pacatos y conservadores a la hora de ponerlos en práctica.
Entre 1982 y 1984 había unos cuantos lugares en Buenos Aires a los que se podía ir a escuchar música. Música nueva, Rock Nacional, pero distinto. Moderno? OK, llamémoslo “moderno”, Nueva ola, New Wave...
Toda una movida se estaba gestando en sitios como el Café Einstein, Zero Bar, Stud Free Pub y El Café de la Esquina entre otros. Ahí tocaban Sumo, Soda, Los Twist, Los Redondos, Alphonso S’Entrega, Nylon, Alerta Roja y muchas bandas más.
Yo iba al Einstein. Más que nada por comodidad. Siempre fuí un cómodo de mierda. El Einstein quedaba cerca de mi casa y de la que por entonces era mi novia. Stud estaba por Avda. del Libertador, igual que el Café de la Esquina, y el Zero frente al Zoológico por República de la India.
La cosa es que subieron los “radichetas del orto” (perdón, los condenados radicales) y a fines del ’84 empezaron a cerrar todos los lugares. Aparentemente por órden del Ministro del Interior Antonio Tróccoli, uno de los tantos paladines radichetas de la democracia que cuando llegan al gobierno nunca saben que carajo hacer, salvo joderle la vida a los demás.
Yo no sé si fué porque no podían manejar a los pibes que iban a estos lugares, o porque no podían manejar a la policía (Hubo algún gobierno que pudiera manejar a la policía?). En fin, la cosa es que como bien dijera Michel Peyronel cuando empezaron a cerrar estos antros: “Estos hijos de puta quieren terminar con la alegría de la gente”
Para Alfonsín y sus secuaces, con democracia, se come, se cura, se educa, se llega a la hiper-inflación, se saquean supermercados, se firman leyes de obediencia debida y punto final, pero eso si, no se jode. Nada de alegría y diversión desaforada! Porque los radicales son muy serios che, y como todo el mundo sabe, la alegría es peronista!
(en la foto: Juan Kelvin Estaugh y Marcelo Dance (a.k.a. El Naufragio en el Apéndice))